Como te comentaba al final de la entrada anterior, mi viaje prosiguió en la compañía de mi padre que se unió a mí en Bombay justo en el ecuador de mi viaje.
No dejes de leer la entrada anterior en el siguiente enlace:
5 experiencias vitales de mi viaje a la India – Parte 1
La ciudad de la muerte
Llegamos a Varanasi y avanzamos con el taxi por el caos ya habitual de la India.
Sin embargo al llegar al centro de la ciudad siento que este lugar va a ser diferente.
El dueño del hostal nos espera en la plaza, ya que es imposible acceder en coche hasta el lugar donde nos hospedamos.
Le pido que nos ayude con la maleta de mi padre y llama a un hombrecillo de no más de metro y medio, enclenque aunque fibrado vestido únicamente con un dothi y un turbante (sin zapatos ni nada).
Su tez es muy oscura y aunque parece un anciano probablemente no es tan mayor como aparenta.
Carga la maleta de mi padre sobre la cabeza, y antes de que yo pueda reaccionar el dueño del hostal coge mi maleta y se la da en un gesto de macabra hospitalidad.
Le digo que no es necesario que yo puedo llevarla. Pero el hombrecillo me hace un gesto de que no me preocupe mientras la pone sobre de mi padre.
Así pues el hombrecillo se ponía en marcha con unos 40 kilos sobre su cabeza.
Mi padre y yo no logramos salir de nuestro asombro.
Al llegar al hostal, el hombrecillo deja los bultos en el suelo y se va a la calle y se sienta en el suelo.
Mi gesto de desaprobación de la escena es evidente, y el hostelero le llama para que pase, si bien el hombrecillo rehusa la invitación.
“Sin duda se trata de un asunto de castas” pienso.
En india hay muchas personas aún sometidas a un racismo brutal por las castas. Las personas de castas más bajas son valoradas como animales en ciertos estratos de la sociedad y viven en condiciones de esclavismo.
Sí, en pleno siglo XXI esto está sucediendo.
Tras asearnos nos dirigimos cerca del Ganges para ver las ceremonias religiosas.
Varanasi es la ciudad donde todos los hindúes quieren descansar el resto de la eternidad.
Nos explican que cerca de los crematorios hay un edificio donde los sadhus van a morir.
El olor de los crematorios nos invita a ponernos las mascarillas que afortunadamente compré antes de llegar a la ciudad.
El entorno es verdaderamente dantesco: fanatismo religioso, personas con deformaciones mendigando, perros sarnosos, monos saltando de un lado a otro sobre la cabeza, vacas entorpeciendo estrechos callejones que aderezan con orines y excrementos.
Y nutriéndose de todo esto un negocio brutal para obtener dinero de turistas locales y extranjeros.
Al día siguiente nos levantamos a las 5:30 de la mañana para ver amanecer.
Vemos como hunden el cuerpo de una persona sin incinerar en el río y nos explica el remero que se trata de un sadhu, ya que a ellos no se les queman. Eso explica que haya muchas personas que vean cuerpos flotando en el río, cosa que afortunadamente no nos ocurre a nosotros.
Ya por la tarde, de camino a la estación de tren donde cogeríamos el tren cama hacia Delhi, nos encontramos un enorme atasco.
Según avanzamos el taxista empieza a decir algo que al principio no logro a entender.
“Dead person, dead person”
Miro por la ventana a mi izquierda y veo atónito cómo hay una persona muerta en medio de la calzada.
Lo realmente estremecedor es que los coches y tuk-tuks lo esquivan sin más, sin que nadie se detenga a atenderlo de modo alguno.
Me quedo realmente horrorizado ante aquella estampa y me alegro de alejarme de aquella infernal ciudad.
Ya en el tren reflexiono sobre todo lo ocurrido en Varanasi.
Me doy cuenta de que en la tradición india existe mucho menos apego a la vida que en nuestra cultura:
La muerte es parte inseparable de la vida.
El valor de la familia
Sin duda una de las experiencias más inolvidables de este viaje tan especial fue el compartir dos semanas con mi padre.
Admiro a mi padre por la capacidad que tiene de abrirse a nuevas experiencias, sobre todo contando que tiene 68 años cuando está realizando este viaje.
Mi padre no ha salido de Europa, aunque estoy convencido que si hubiera tenido la oportunidad de vivir en nuestra época habría viajado mucho más por el mundo.
Para mí suponía un privilegio compartir este tiempo con mi padre: nunca antes habíamos pasado tanto tiempo juntos los dos solos, y sin duda es algo muy valioso en nuestras vidas que jamás olvidaremos.
No negaré que antes del viaje tenía cierto miedo de discutir con él sobre aspectos que pudieran resultar incómodos a lo largo del viaje: obviamente las expectativas de uno y otro eran diferentes, por eso yo siempre intenté ponerme en su lugar para saber qué podría ser importante para él.
Lo primero que hice fue contratar un chófer para que nos moviera durante la mayor parte del tiempo. Era mucho más caro que cualquier otra opción, pero nos proporcionaba tranquilidad y comodidad.
La verdad es que me sorprendió que durante el tiempo que estuvimos juntos no tuviéramos a penas conflictos, pero supongo que estaba en el buen ánimo que tuvimos ambos en todo momento.
Además mi padre delegó en todo momento en mí las decisiones, y siempre se amoldaba con agrado a todo tipo de propuestas. Así viajamos en tren cama de Varanasi a Delhi, y dormimos en hoteles y pensiones no siempre agradables.
Mi principal preocupación era siempre encontrar un sitio con WIFI donde pudiéramos hacer skype con mi madre. Era tradición hablar con ella a la hora de la cena casi siempre acompañados de una Kingfisher (cerveza local)
Desde que mis padres se casaron, era la primera vez que pasaban tanto tiempo separados, y eso sin duda era muy emotivo para ambos.
Compartir con mi padre momentos como el amanecer junto al Tah Majal, recorrer los mercados de la ciudad rosa de Jaipur, navegar por las aguas del Ganges o prepararle unos huevos fritos con papas en la pensión de Orchaa son experiencias sin duda inolvidables que de ningún modo tienen precio.
Sin duda este viaje ha significado un vínculo muy importante que ha hecho que afiance aún más uno de los valores pilares de mi vida: la familia.
¿Has realizado alguna vez un viaje enriquecedor con alguien de tu familia?
A qué esperas para contárnoslo en los comentarios.
Gracias!
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Hola Álvaro.
Me vuelves a emocionar. Este post y el anterior me han llegado al corazón, de verdad.
Escribes desde el alma y eso se nota. Empatizaste con tu padre, viviste la experiencia desde la pasión y la curiosidad y eso se contagiaba. Por eso no discutisteis, por eso disfrutasteis tanto. ¡Me encanta!
Nunca he hecho un viaje de este calibre con alguien de mi familia, pero no descarto hacerlo en el futuro viendo tus experiencias.
Enhorabuena, eres grande. ¡Estoy deseando volver a leer más cosas de ti!
Gracias Ana!!!!
La verdad es que si este viaje perdurará en mi memoria es por haber tenido la fortuna de compartirlo con mi padre.
Espero que algún día tengas la oportunidad de hacer un viaje así con alguien de tu famiilia smile
A ver si vuelvo a estar pronto inspirado bigsmile
De nuevo los pelos como punta me dejas.
Yo tuve la fortuna de viajar el año pasado a Tailandia con mi madre y la verdad es que, aunque al principio tenía miedo a que fuera un desastre total, al final nos unió mucho y fué muy emocionante. Ya estamos planteando algo este año… aunque la India ella la ha descartado ¿Alguna sugerencia?
Bueno, Turquía no está nada mal wink
Singapur y Camboya también están geniales pero si ya has estado por Tailandia hace poco igual es mejor que cambiéis de ambiente.